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Un Faro que alumbra la familia

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Leticia Zavala

 

Si el restaurante el Faro se mantiene como un negocio de éxito muchos años después se debe a la voluntad de Leticia Zavala de mantener a toda familia unida.

La propia vida la empujó al camino de empresaria. Su padre murió cuando tenía 8 años. Es la tercera de 9 hermanos nacidos en Celaya, Guanajuato. Llegó a Chicago en 1978 a la edad de 17 años con toda la familia y todo lo que añoraba era ayudar a su madre a salir adelante con todos sus hermanos. ¿Y cuál era la mejor forma de ayudar a su mamá? Ella misma responde: pues mantener a los hermanos juntos. Un restaurante familiar fue para ella el espacio ideal. Por 35 años los Zavala han hecho del Faro un negocio ícono a la hora de hablar de la familia. Primos, tíos, hermanos, cuñadas, sobrinos.

En cifras, es evidente que llamar al Faro una empresa familiar es muy apropiado. El 40% de sus trabajadores tiene nexos sanguíneos de una u otra forma.

“Yo disfruto trabajar con mi familia, amo trabajar con mi familia, ni siquiera es trabajo”, confiesa Leticia Zavala.

Aprendió a cocinar por influencia de su mamá y se siente muy satisfecha por la gran aceptación que tienen sus comidas, a la cuales aportan mucho todos los integrantes del colectivo del Faro (que era una taquería pequeña cuando compraron el local), con una impronta particular dentro de la emblemática comunidad de La Villita.

“Los sabores con los que uno crece quedan bien impregnado en la memoria. Tenemos personitas que andan por el mundo y cuando vienen a Chicago, vienen al Faro, que son del barrio”, destaca.

Mantener un restaurante por tanto tiempo es para Rosa un logro tremendo. Y ahora el Faro vive una etapa de consolidación. “Estamos viviendo internamente esa transición, pasando la experiencia a los más jóvenes” pero manteniendo un ingrediente clave: ese calor humano que hace que cada plato salga humeante y sabroso. La mesa está servida, el Faro está listo para seguir iluminando.