“Tenía solo $200 cuando empecé su negocio”

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José Jiménez es de esas personas a quien el conejo de las oportunidades no le puede saltar impunemente delante de los ojos. La forma en que el dueño de Carnicerías Jiménez inició su hoy respetado patrimonio familiar, así lo atestigua.

Era 1975.  Un italiano vendía en Chicago una tiendita en $3,000. Jiménez tenía solo $200,  lo suficiente para hacer un depósito en el banco, y la compró.  Todavía conserva el recibo de $2,800 como una reliquia.

Un año después vendió el negocio en $45,000, una suma que le permitió adquirir un préstamo para comprar de golpe un mercado y el edificio donde se encontraba,  y  fundar Carnicería Jiménez.

Desde entonces el crecimiento fue en espiral, algo no común en una empresa hispana de la época, granjeándose la admiración de la comunidad hispana de Chicago e incluso nacional.

Jiménez asegura que el éxito de su negocio, con 37 años de existencia, se debe también a la gente que le rodea, incluidos los empleados, y el entorno familiar.

“Somos una familia muy unida, que trabaja duro, incluida por la parte de mi señora, Guadalupe”, señaló.

Y pensar que cuando empezó su vida empresarial, sus aspiraciones solo eran “hacer un poco de dinero para mandarle a mi mamá en Jalisco”, recordó.

Quizás de su madre, una mujer humilde y arraigada en su fe católica, fue de donde Jiménez  heredó el atributo de dar sin mirar a quien, sólo por ayudar al prójimo y por el cual ha tenido su recompensa.

 

El negrito más bonito y bueno

De hecho, al salir de su natal Jalisco, en 1969, en busca de una vida más próspera en los Estados Unidos, se despidió de su madre con la promesa de “no cambiar” y de tener siempre “mucha fe en Dios”.

De profunda fe católica, Jiménez es un devoto de San Martín de Porres, el santo peruano que tenía una preocupación notable por los pobres y de quien se cuenta que las personas desamparadas acudían a él para que les diera de comer o los curase.

Se afirma que Martín de Porres también cuidaba de los animales y que, de todas sus virtudes, sobresalía su humildad y que distinguió por ser alguien que siempre priorizó las necesidades de los demás, por encima de las propias. Martín es uno de los santos negros canonizado en América Latina.

Jiménez admira la historia de Martín a quien llama con cariño “el negrito más bonito y bueno del mundo que he conocido”.

Y su arraigada fe y espíritu emprendedor ha sido un poderoso motor de Carnicerías Jiménez, y  explica el gran corazón caritativo de su propietario, quien no vaciló un segundo para mandar ayuda a las víctimas del devastador terremoto de Haití, de las inundaciones en Guatemala o de un sismo en su país, México,  e incluso en su propio negocio, donde suele contratar a personas minusválida.

No en balde el jalisciense ha sido de los pocos latinos que han sido honrrado con el “Jefferson Award”, un premio que recibió en el Capitolio de Washington DC, y que se concede a personas por su ayuda desinteresada a la comunidad y por su servicio público.

 

Promesa cumplida

La palabra se cumple, pero una palabra ante una madre es sagrada: “He cumplido con la promesa que hice a mi madre. Yo le dije que no iba a cambiar y que siempre tendría mucha fe en Dios, que es lo que alimenta a uno…especialmente en tiempos difíciles”.

Porque como todo empresario, el camino el éxito de Jiménez también ha estado repleto de obstáculos que ha podido sobrevolar con pragmatismo y su astucia natural para los negocios, como lo demostró con la apertura  en el 2011 de una tienda en Addison, al oeste de Chicago.

Un año antes, el empresario se vio obligado a cerrar uno de sus supermercados en Bensenville, debido a los trabajos de expansión del aeropuerto O´Hare.  Lo primero que hizo, lógicamente, fue lamentarlo, y lo segundo,  buscar de inmediato un sitio para abrir otro y no perder a sus fieles clientes.

La experiencia no pasó de largo ante sus ojos: “Me di cuenta que muchos de mis clientes venían de Addison (a dos millas y media de Bensenville) y rápido decidimos abrir uno allá”.

Sin embargo, ¿qué pasaría con sus clientes de mucha lealtad que deja atrás en  Bensenville  y que comúnmente no van a Addison… a la competencia?   Los clientes también son sagrados. El empresario abrió entonces en Bensenville Jiménez Express and Barkery, un mercado más pequeño que los demás, pero con lo suficiente para curar la  nostalgia.

¿Hasta dónde va a llegar la expansión? ¿Cuántas carnicerías Jiménez más veremos en Chicago?

“Mis hijos me están recomendando detenernos aquí (en Jiménez Express) y cuando la economía se componga un poco, seguir pa’arriba”, dijo para luego advertir al “conejo de la oportunidad” que “no puede estar saltando impunemente” delante de sus ojos.

“Ahorita hay muchas oportunidades (para hacer negocios), si vemos una no la vamos a dejar ir”, dijo en entrevista realizada en el 2011 (Publicado en el libro “Así lo hicieron” – Plaza Editorial).