A medida que más parejas no casadas optaron por vivir juntas, su perfil cambió significativamente, y la convivencia ha sido cada vez más aceptada por una amplia franja de grupos sociales y demográficos, apunta el estudio denominado: “Cohabitación en los últimos 20 años: medición y comprensión de los cambios demográficos de las parejas no casadas 1996-2017”.
Otros estudios también han observado un salto significativo en la convivencia entre los adultos mayores, particularmente en los últimos 10 años, ya que las tasas de divorcio aumentaron entre este grupo, es decir, los divorciados constituyen una gran proporción de los co-habitadores mayores.
Entre 1996 y 2017 las relaciones interraciales/interétnicas se hicieron más frecuentes, y las parejas en estas relaciones aumentaron del 6% al 10% de todos los co-habitantes de hogares durante este mismo período, con un crecimiento significativo de la población hispana. Es decir que una mayor proporción de parejas solteras, 16%, fue identificada como hispana en 2017 que en 1996, cuando representaban el 11%.
La cohabitación puede representar una alternativa al matrimonio para grupos socio-económicamente desfavorecidos, pero ahora hay una mayor proporción de parejas no casadas con educación superior e ingresos, destaca el Censo. En 1996, el 16% de las parejas no casadas tenían una licenciatura o superior en comparación con el 28% en 2017
Antes de los cambios de medición en 2007, solo se contaban los que tenían relaciones con el jefe de hogar (la persona que posee / alquila la casa). En 2007 se comenzó a aceptar en los sondeos que todos los encuestados identificaran una posible pareja/novio/novia en el hogar.
De esta forma se detectó en este muestreo que las asociaciones no casadas que no incluyen al jefe de familia tienden a ser más jóvenes y más desfavorecidas socio-económicamente, cambiando significativamente las características de todas las parejas no casadas, de manera que las comparaciones con las estimaciones de 1996 son potencialmente inexactas.
