Por Migdalis Pérez
Entre los muchos desafíos que enfrenta un emprendedor, uno de los más comunes —y a menudo más costoso— es no contar con un fondo de emergencia.
Este error, que parece menor en los primeros meses de entusiasmo por el nuevo negocio, puede convertirse en una amenaza seria cuando llegan las inevitables crisis o imprevistos.
Por qué ocurre este error
Muchos emprendedores subestiman la importancia del ahorro preventivo, porque enfocan toda su energía y recursos en hacer crecer la empresa.
Cada dólar disponible se invierte en marketing, inventario o expansión, con la idea de que “el dinero debe estar trabajando”. Además, existe una mentalidad extendida de que el éxito depende solo de reinvertir constantemente y mantener el flujo activo. En ese contexto, reservar fondos para emergencias puede percibirse como una distracción o, incluso, como falta de ambición.
Por qué es necesario evitarlo
Los imprevistos son inevitables: una caída en las ventas, una crisis económica, un retraso en pagos de clientes, una reparación urgente o una pandemia pueden poner en jaque a cualquier emprendimiento.
Sin un fondo de emergencia, el negocio pierde resiliencia, se ve obligado a endeudarse en malas condiciones o, peor aún, a cerrar. Tener un respaldo financiero no es un lujo; es una herramienta de supervivencia que garantiza estabilidad emocional y operativa.
Qué hacer para no caer en él
La clave está en la planificación. Todo emprendedor debería destinar entre el 10 y el 20 % de sus ingresos mensuales a un fondo de emergencia hasta cubrir entre tres y seis meses de gastos fijos del negocio.
Este dinero debe mantenerse separado del capital operativo —idealmente en una cuenta distinta y de fácil acceso, pero no tan disponible que invite a usarlo sin justificación.
Además, es recomendable revisar el presupuesto trimestralmente y ajustar el monto del fondo según la evolución de la empresa y su nivel de riesgo.
Si ya sucedió, cómo salir del problema
Si el negocio se encuentra sin un fondo y atraviesa una situación crítica, el primer paso es detener cualquier gasto no esencial. Luego, negociar con proveedores, bancos y clientes para ganar tiempo y liquidez.
Buscar financiamiento puede ser una opción, pero debe hacerse con prudencia, priorizando créditos con tasas razonables y plazos manejables.
Una vez superada la crisis, el siguiente objetivo debe ser reconstruir un fondo de emergencia lo antes posible, aprendiendo de la experiencia y estableciendo una política de ahorro estructural.