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La autenticidad de Don Churro y el alma de los Molina

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Un pequeño negocio de Pilsen que se expande a otros estados del Medio Oeste gracias a sus sabrosos churros y el alma emprendedora de toda una familia.

Negocios Now

A sus 70 años, María Molina no para de pensar en la expansión de Don Churro El Moro de Letrán, como denominó el negocio de familia enclavado en Pilsen.

Porque la diminuta empresa que cayó en sus manos hace 35 años por azares de la vida, ha ido creciendo y creciendo a un punto inimaginable entonces.

“Cada vez nos va mejor, afirma. Creo que es porque hacemos lo que nos gusta, con mucho amor y le damos al cliente la importancia que merece”, afirma.

La historia del negocio data 1975 cuando fue fundado bajo el nombre de Mr. Churro. María era entonces una empleada, -al parecer una fiel y excelente empleada-, porque cuando el fundador decidió venderlo, ella fue la primera persona en recibir la oferta.

“Mi mamá compró el negocio en los 80 junto con mi padre Juan, y enseguida le cambiaron el nombre a Don Churro El Moro de Letrán. Yo era una bebé y mi madre quería dedicarse más a mi cuidado, así que tiempo después lo vendió a un amigo que trabajaba con ella”, comenta su hija, Carolina Molina Robles.

Entonces pasó algo interesante. El amigo de María no pudo con el negocio, sintió mucha presión porque los clientes que llegaban preguntaban constantemente por ella y  esta mujer oriunda de Ciudad de México tomó  nuevamente las riendas de Don Churro”, comenta.

 

 La llegada de Carolina

En 2007, ya graduada de psicología, Carolina sintió la necesidad de incorporarse a la compañía para ayudar a sus padres y dos hermanos, Juan Jr. y Edwin, quienes han sido un puntal en el desarrollo de la empresa.

“Me di cuenta que las compañías a las que vendíamos no pagaban a tiempo, nos estaban aprovechando, porque somos un negocio pequeño y pensaban que al final de cuentas siempre íbamos a depender de ellos. Cuando me incorporé, las cosas empezaron a cambiar”, afirmó.

Y sí que han cambiado. El Don Churro elaborado en Pilsen se distribuye hoy en Wisconsin, Indiana, Cincinnati, Ohio, y St. Louis Missouri.  Además de Chicago, también se hace más presente en suburbios como Aurora y South Holland, Illinois.

Para Carolina el éxito y expansión de Don Churro está en su autenticidad. “En mi opinión lo que ha funcionado es que lo hemos mantenido auténtico en la manera en que lo hacemos. Todavía lo producimos con la máquina creada por mi Papá”, asegura.

Esta premisa pudiera ser la razón por la cual Don Churro no está en los anaqueles de grandes tiendas como Costco y Walmart.

    “Hay supermercados interesados en vender nuestro producto, pero quieren que cambiamos nuestra manera de producirlo. Hacerlo más industrial. Es difícil cambiar la forma que lo hemos hecho por tanto tiempo, entre otras razones porque no queremos afectar la calidad. Nuestra premisa es mantener su autenticidad”, afirma.

      La familia, mientras tanto, incorpora, “poco a poco, cosas nuevas” para continuar creciendo, trabajando todos “en la misma sintonía” e incrementando la venta de su churro congelado que producen con sabores de fresa, chocolate, vainilla y de cajeta.

     Detrás de este espíritu familiar, está la inspiración de la septuagenaria María, una mujer que no deja pensar en grande. “Tenemos mucha demanda. Nos gustaría conseguir más capital para ampliar nuestra producción”, comenta con entusiasmo.

     Carolina, por su parte, tiene un lugar muy especial para sus clientes, a quienes debe la buena salud de su empresa.

   “No importa si compran un churro o cinco mil; estamos agradecidos de todos ellos. Nos da mucho gusto escuchar a clientes que vinieron aquí de niño con sus padres y hoy traen a sus hijos a comer churros. (CN)