Por Migdalis Pérez
Irene Linares tenía tres años cuando su padre adquirió su primera tienda en Chicago, en 1986. De esa época, recuerda que «él se pasaba los siete días de la semana trabajando». Casi 40 años después, Food Market La Chiquita tiene nueve tiendas y 550 empleados, mayormente, latinos, como su herencia.
Hija de mexicanos, pero nacida en Estados Unidos, Linares relata que creció con su mamá, papá, hermanas y tíos, sentados todos a la mesa, hablando del precio de los tomates y los aguacates. «Es todo lo que conozco», enfatiza, a lo que añade: «Me encanta hasta entrar a los coolers de las tiendas y oler todo lo fresco que tenemos».
Licenciada en Economía por la Universidad de Chicago, la ejecutiva reconoce que el negocio familiar ha crecido bastante con locales en Chicago y los suburbios, Rockford y Cicero, «donde hay inmigrantes y muchos hispanos». Lo mejor, puntualiza, es que «los supermercados tienen taquería y panadería mexicanas».
Aunque su papá «siempre está activo y todavía vigila el negocio», ella se ocupa del 95 % de las operaciones. Realmente, «I wear many hats, pues me hago cargo de los recursos humanos, las operaciones, los suministros…También estoy al tanto de las compras de equipos. Y hasta me meto en los especiales de verdura y carne que se van a poner».
Desde luego, su padre ha sido su mentor. «Él me ha enseñado que esta es una profesión noble, porque le estamos dando alimentación a la gente. También me recuerda que hay que dar lo mejor que se puede a buen precio. Y siempre me repite: “Si no lo vas a servir en tu mesa, entonces no lo debemos vender en nuestras tiendas”».
Por lo que ella nos cuenta, Food Market La Chiquita se enorgullece de esa filosofía. En sus tiendas, hay abastecimiento para el mercado hispano y también, productos locales, italianos y chinos, en dependencia de la clientela. «Aquí, puntualiza, puedes hasta hacer tus mandados para toda la semana».
Al igual que su familia, Linares le da mucha importancia al servicio en pro de la comunidad, a la que apoya en todo momento. Y sobre sus 550 empleados, resalta el hecho de que algunos de ellos ya tienen 37 años en el negocio, pues empezaron con su papá el día en que abrió su primer local.
«Yo estoy bien agradecida con ellos, porque nos ayudaron a crecer. Tengo gente que tiene 28, 15, 10 años conmigo, y ahora están ocupando puestos muy altos en la compañía. Siempre busco sus consejos, porque uno siempre puede aprender algo de alguien más: desde la persona que limpia el piso en la tienda hasta el encargado de todos los que trabajan aquí».
En cuanto a planes, refiere que le gustaría abrir más locales, así como implementar autoservicios de pago y pedidos de comestibles en línea para estar más a tono con los avances de la tecnología.
«Para mí, concluye, es un orgullo continuar con la compañía de mi familia, sacarla adelante y, un día, pasarla a mi propia hija y a mis sobrinos. Mi hija tiene 12 años, y los sábados, me la llevo conmigo al trabajo. Ella ya está aprendiendo cómo estoy sacando el negocio adelante».