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Especial: En la capital mexicana del Medio Oeste

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Para algunos La Villita es el México del Medio Oeste. Para otros es una calle comercial de dos millas y dos vías por donde circulan los que sueñan en grande.
Por aquí sólo transitan aquellos que se atreven a concebir proyectos con la suficiente magia para alborotar la sangre — por hacer una paráfrasis de Daniel Burham, el urbanista que concibió el plan maestro que convirtió a Chicago en una metrópolis de clase mundial .
Hace un siglo de ese plan. Pero esa grandiosidad aludida por Burham aún le alborota la sangre a la quinceañera o la futura novia cuando estas compran el ajuar en alguna de las 81 tiendas del ramo en La Villita; o al padre de familia que comparte con su esposa e hijos la sobremesa en uno los 110 restaurantes y taquerías del barrio.
“Las cajas registradoras siempre están funcionando en la calle 26”, dice Jaime di Paulo, quien hace unos tres de meses asumió como nuevo Director Ejecutivo de la Cámara de Comercio de La Villita (LVCC), en entrevista con Negocios Now.
“La gente no viene a ver; viene a comprar, a comer, a mandar  dinero a su abuelita  en México”, agrega.
Un estudio y plan de desarrollo económico comisionado por LVCC indica que el sector grastrómico y las tiendas de novias y quinceañeras son la segunda y cuarta actividad comercial respectivamente de La Villita, seguidas por los salones de belleza con 33 establecimientos.
Roberto Gómez, dueño del restaurante Don Pepe, ubicado en la 3616 W. 26th, asegura que los negocios de quinceañeras le han traído clientela.
“Aquí viene la quinceañera y los que participarán en la fiesta …Si los jóvenes empiezan a venir al barrio, sería muy bueno”, dijo.
Y qué decir de la banca con atención al cliente en español. Una reciente investigación de Negocios Now arrojó que hay tantos bancos (11)  con presencia en La Villita como en el Distrito Financiero del centro de la ciudad.
Todo esto parece reflejar los cambios demográficos de la zona en las últimas décadas.
De la gran inmigración polaca que se estableció en La Villita en el siglo XX, sólo quedan vestigios como los nombres que llevan la calle Pulaski y el parque Piotrowski.
Este barrio del suroeste y áreas cercanas de Chicago es casa de unas 350 mil personas, la mayoría mexicanos, o sea 350 mil consumidores con necesidades varias. A eso hay que sumarle a los surbanitas blancos que hacen turismo de ocasión en la calle 26 en cualquier día de la semana.
“Si tú buscas algo y no lo encuentras en La Villita, es porque no existe”, dice Di Paulo.
Con todo, La Villita es un vecindario susceptible a mejorar.
El mencionado estudio deja entrever que las elevadas rentas obstaculizan la fluidez del desarrollo comercial del
barrio.
Según el estudio realizado por Teska Associates, Inc., al que tuvo acceso Negocios Now, el alquiler de un local comercial en La Villita puede ser tan caro como uno en Milwaukee Ave. del aburguesado barrio de Wicker Park en el norte de la ciudad.
En agosto, la prensa local reportó que un grupo de comerciantes de La Villita ha propuesto fijar un tope a las rentas comerciales en ese barrio mediante una ordenanza municipal.
“Eso no se puede hacer en un país democrático”, afirma tajante Di Paulo. “Un local se renta como dicta el mercado. Usted va a pagar una renta alta en la calle 26, pero usted va a tener tres veces más el tráfico de clientes, que vienen a pie o en carro, que cualquier otro corredor comercial, fuera de Michigan Avenue”.
Pero el éxito comercial también trae consecuencias fiscales.
“Hay uno o dos dueños de propiedades por la 26 que tienen la rentas demasiado caras y pagan hasta 30 mil dólares al año en impuestos a la propiedad”, dice Di Paulo.
“Sé de uno que tiene vacías el 90 por ciento de las propiedades, pero tampoco quiere bajar la renta porque dice, ‘¿Y por qué voy a bajar las  rentas cuando tengo pagar impuestos muy altos?”, añade.
Las rentas en el barrio suelen rebasar los $3,000 mensuales y hay locales cuya renta supera los $8,000 al mes.
El estudio también sugiere “limitar” el radio de acción de los vendedores ambulantes, un tema sensible particularmente en el sector gastronómico del barrio.
“No se me hace justo que la persona que vende tamales en un negocio establecido tenga que compartir con un vendedor ambulante”, explica Di Paulo.
Si bien el código municipal establece que para vender en la calle el  puesto tiene que tener llantas, Di Paulo considera que en la práctica eso es “un mito”.
“Los vendedores tienen puestos con rueda y por lo tanto son negocios rodantes. Pero se quedan en las esquinas. En la mañana venden tamales y por la  tarde fruta”, argumenta.

La percepción
de la seguridad

La percepción en no pocos de encasillar a La Villita como una zona insegura es algo que molesta a algunos dueños de negocios y líderes empresariales.
Si bien han  ocurrido hechos violentos, como en muchos barrios de la ciudad, ese no es el problema que ve Roberto González, el dueño de Don Pepe, quien considera que  lo que más daño hace a los negocios son los locales vacíos debido a las altas rentas.
“Si las rentas fueran más accesibles, podría ver más negocios y (en consecuencia) más gente”, dijo el joven empresario.
El estudio integral realizado al barrio recomienda reforzar la seguridad en la franja comercial contratando vigilancia privada.
“La seguridad en la 26 no es mala, no está fuera de control”, explica Di Paulo. “Hay muchísimos policías en La Villita. Incluso aquí vienen los policías jóvenes a entrenarse”.
El problema, afirma, son los anuncios en las ventanas de los negocios.
“Los comerciantes deben entender que no deben tener bloqueadas las ventanas de sus negocios. Mientras estén ahí nadie se va  dar cuenta si está ocurriendo un robo”, dice.
Señaló que LVCC trabaja con los comerciantes para hacer cumplir la ordenanza municipal  que prohíbe poner anuncios en las ventanas de los negocios.