Por Migdalis Pérez
En el Callejón del Beso, Guanajuato, México, un minero pobre llamado Don Carlos y Carmen, una muchacha rica, desafiaron todas las barreras para estar juntos. Ingeniosamente, el joven se las arregló para comprar la casa de enfrente a su amada y así, desde balcones separados por una callejuela, lograron verse todos los días.
La tragedia, sin embargo, les acechaba. Un día, el padre de Carmen descubrió el romance y la asesinó, provocando que Don Carlos se suicidara en la mina La Valenciana. Hoy, el callejón es un sitio turístico donde las parejas se besan para asegurar siete años de felicidad.
El chef José Ballesteros, guanajuatense, explica que esta historia sirvió de inspiración. “Se nos hizo muy atractivo el nombre de El Callejón del Beso, porque es una historia de dos enamorados donde, al final, triunfó el amor. Algo parecido a la novela de Romeo y Julieta”.
Entonces, prosigue, “abrimos el restaurante y decidimos que El Callejón del Beso sería nuestro nombre, pues el amor siempre triunfa. Esa es parte de la filosofía y la otra, traer nuestra cultura a Cicero; lo que es nuestra bella ciudad de Guanajuato”.
Abierto desde septiembre pasado, el restaurante nació del sueño de la familia Ballesteros (José, su hijo y su hermano) de ser independientes y mostrar al mundo lo aprendido en la industria restaurantera. “Sabíamos de cocina, pero desconocíamos el papeleo que las ciudades demandan para establecer un negocio legalmente”, comenta José.
Ahí fue donde la Cámara de Comercio de La Villita fue fundamental. Según el cofundador del restaurante, esta entidad los guio “de una manera segura a solicitar todo lo que el gobierno pide, y así no caer en errores, ni incurrir en demoras. Porque si un negocio se tarda en abrir, es pérdida de dinero”.
El apoyo recibido fue crucial para superar los retos iniciales. Desde permisos hasta normas de seguridad, la cámara los ayudó “a tener un lugar seguro en el vecindario”, ya que cocinan con gas y manejan químicos para lavar. José reconoce que sin ese soporte, el proceso habría sido más complicado.
El menú del restaurante, entretanto, es una oda a los sabores de Guanajuato. Su platillo estrella, el “Taco del Beso”, combina brisket, puerco ahumado y tocino, y es sólo una muestra de la creatividad culinaria de José. También ofrecen parrilladas llenas de cortes mexicanos con un toque único. “Cuando ves el plato, te sorprende lo bonito que se ve y lo rico que huele”, asegura el chef.
Además de deleitar a los comensales, El Callejón del Beso también es un motor de empleo para la comunidad. Tal como puntualiza José, ahora tienen cuatro empleados latinos, aparte de los tres dueños, pero están abiertos a cualquier tipo de nacionalidad.
El chef también tiene un consejo para quienes sueñan con abrir un negocio, pero no se atreven: “No paren. Si una puerta se cierra, tres se abren. La insistencia y la seguridad son claves. Si el gobierno te pide cuatro papeles, lleva cinco. Y siempre ve con la certeza de que todo va a salir bien”.
Igualmente, enfatiza la importancia de buscar ayuda, como la que ellos recibieron de la Cámara de Comercio de La Villita. “Con su apoyo, el proceso es más claro, y sabes que estás haciendo las cosas bien. Si muchos hemos logrado abrir restaurantes, otros también pueden hacerlo”.
Mucho más que un lugar para comer, El Callejón del Beso es un espacio donde la cultura y la comunidad se entrelazan; un lugar en el que José y su equipo traen un pedacito de Guanajuato a Cicero, mostrando que el amor y la perseverancia son ingredientes esenciales para cualquier sueño.