Daysi Funes, del Centro Romero: “Nuestras puertas están abiertas para cualquiera”

Esta organización sin fines de lucro, ubicada en el vecindario de Edgewater, de Chicago, es un pilar fundamental para los inmigrantes desde 1984.
Facebook
Twitter
LinkedIn

Por Migdalis Pérez

Daysi Funes, salvadoreña que llegó a Estados Unidos en 1980 huyendo de la guerra en su tierra natal, conoce en su propia piel qué se siente al llegar a terreno desconocido y por cuántas dificultades pasa un inmigrante en su proceso de inserción a la nueva sociedad.

Su experiencia como migrante la conecta profundamente con las luchas de aquellos que se aventuran en un país ajeno y deben enfrentarse a retos como la barrera del idioma, el acceso a recursos básicos y el laberinto de leyes migratorias que puede parecer insuperable.

Hoy, como directora ejecutiva del Centro Romero, organización que ya lleva 40 años ayudando a los recién llegados, Daysi canaliza sus vivencias personales en una misión transformadora: crear un espacio donde los inmigrantes no sólo sean bienvenidos, sino también empoderados para prosperar.

“Nuestro interés siempre ha sido ayudar a los inmigrantes, que son los más pobres y marginados”. Por eso, enfatiza, “el Centro Romero quiere servir como un springboard: ese lugar adonde usted va, le dan una guía, consejos y herramientas para ser exitoso. Si la gente conoce sus derechos, cómo funcionan las leyes, y las cosas que tiene que hacer y las que no, eso les da estabilidad”.

Inspirado por el legado del arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, conocido por su lucha incansable en defensa de los derechos humanos, este centro ofrece servicios esenciales que van desde clases de inglés y español, talleres sobre derechos laborales y asistencia para seguro médico hasta programas de apoyo legal y contra la violencia doméstica, por sólo citar algunos.

¿Objetivo? Que cada persona tenga los recursos necesarios para forjar un futuro mejor gracias a la educación. Tanto es así que, si de algo se enorgullece Funes, es de los servicios educativos que presta la entidad. “Eso me da mucho orgullo, porque las personas educadas no solamente mejoran a su familia, sino que van viendo la oportunidad de participar cívicamente, activamente, y eso hace la diferencia”.

Otra cosa que llena su corazón es el trabajo que hacen con los jóvenes, a quienes ve llenos de aspiraciones. “Hace poco, con la ayuda del Columbia College, abrimos una galería donde trabajan con artistas locales. Ahora, varios jovencitos están interesados en promover el arte. O sea, los culturalizamos para que el arte en nuestra comunidad continúe”.

Diseñado para construir un puente hacia la integración plena en la sociedad estadounidense, el Centro Romero atendió a unas 35 000 personas el año pasado. “Y esas solamente son las nuevas que llegaron”, aclara Funes. “De las personas que acaban de llegar de Sudamérica en caravanas, agrega, asistimos a otras 7000. Y también somos la tercera institución que más sirve a DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), a los dreamers, que les llaman”.

Desde luego, esta organización sin fines de lucro también mantiene vigente su propósito de cambiar la retórica sobre los inmigrantes, en el sentido de que se les vea como contribuyentes a la sociedad. “Ese sigue siendo un reto”, puntualiza la también fundadora de la entidad. “Se trata de crear un marco donde sean reconocidos como ente participante social que trae destrezas y enriquece a este país”.

Como metas, adelanta que piensan “crear un espacio donde los jóvenes puedan ejercer su liderazgo, una casa para la comunidad donde la gente diga: ‘Este sitio me representa; esta es mi familia’. Entonces, subraya, hemos decidido hacer una recaudación de fondos para tener nuestro propio edificio”.

Recientemente distinguida con el Premio Celeste Peña (del Consejo Asesor Latino, parte del Departamento de Servicios para Niños y Familias de Illinois), Funes aclara que no sólo la gente latina necesita de los citados servicios.

“El Centro Romero está en un barrio donde hay gente de Pakistán, de la India y otras nacionalidades. Entonces, concluye, queremos asegurar que, si nos podemos comunicar en español e inglés, no importa de dónde provengan las personas: el caso es que nuestras puertas están abiertas para cualquiera”.