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Cuando el éxito llega en cajas de cartón

Esta entrevista exclusiva con Juventino Cano figura en la serie de Artículos más leídos en Negocios Now como parte de la celebración de su 15 aniversario.
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Si alguien quiere ponerle un nombre real al llamado Sueño Americano, Juventino Cano podría estar entre los primeros en la lista.

Por Clemente Nicado, Publisher

Nació en Estapilla, un empobrecido rancho de Colima, México, sin luz eléctrica ni escuela ni agua potable ni carretera, donde solía levantarse a las 3 o 4 de la mañana a ordeñar vacas, y hoy Juventino Cano es el dueño de una compañía con ventas superiores a los 18 millones de dólares anuales.

El propietario de Cano Container Corporation, una de las empresas hispanas de más rápido crecimiento en Estados Unidos,  es el primer asombrado de su éxito.

“Me veo a mí, de dónde vine y hasta dónde he llegado y es una cosa increíble”, dijo abriendo los ojos.  Sin embargo, detrás de su historia extraordinaria está el hombre que desde niño se ha abierto paso con sus propias manos, sin descanso.

“Mi primer trabajo pagado fue en el jardín de una universidad en México. No me querían contratar porque sólo tenía 13 años.  El ser un niño espigado y  la mediación de un tío, me ayudó para quedarme allí”,  apuntó.

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El jovencito empezó botando yerba y  terminó trabajando en un ascensor del centro universitario, sin sospechar entonces cuan alto iba a subir en la montaña de su vida.

Cano, el Superintendente

Cano inició la ruta hacia su insólito éxito en 1974, cuando dejó su natal México para  seguir los pasos de dos hermanos mayores, quienes cuatro años antes habían emigrado a Aurora, Illinois, en busca también de un mejor futuro.

A Aurora llegó cuando tenía 17 años  y rápido comenzó a trabajar en la misma fábrica de sus hermanos, Packaging Dimensions; haciendo lo mismo: cajas de cartón.

El adolescente empezó su labor por los puestos más bajos de la empresa y escaló velozmente hasta llegar a ser el superintendente Juventino Cano. (En la foto).

“Empecé haciendo trabajos muy simples como arreglos de cajas, luego de ayudante, más tarde de operador, de jefe de grupo y así fui subiendo hasta llegar a superintendente de la compañía”, dijo.

Como la mayoría de los inmigrante,  Cano no sabía “absolutamente nada de inglés.  Fui a la escuela cuando vi las oportunidades que se me estaban presentando. Trabaja de día e iba a la escuela de noche”, afirmó.

Más que una hamburguesa

No transcurrió mucho tiempo cuando la oportunidad llegó de manera inesperada.  Y vino de una boca grande: McDonald.

En 1986 un alto ejecutivo de McDonald buscaba alguna empresa que pudiera proveer  cajas de cartón a sus proveedores, como parte de su compromiso de apoyar a compañías de minoría.  Le preguntó al jefe de Packaging Dimensions, Joseph Kindlon, si conocía a alguien y éste sugirió  a  su Cano empezar su propia compañía.

“El vio potencialidades en mí. Le dije que sí, pero que no tenía dinero. El me apoyó económicamente para registrar la empresa, Cano Container Corporation,  en Leslie, Illinois.  Yo con el 51 por ciento de las acciones y él con el 49”, comentó.

Lo mejor vino después.  “McDonald organizó una reunión con sus proveedores de todo el país, les presentó mi compañía y otras dos de minoría, y les pidió que nos apoyasen comprándonos productos”, recordó. En la lista de los invitados estaba Kraft Foods, y McCormick, productores de queso e ingredientes, respectivamente.

Para entonces Cano era su propia empresa.  No tenía trabajadores. Todos los productos los  mandaba a hacer a un tercero, a su jefe, quien tenía otras plantas.  McDonald, sin embargo, quería que Cano Containeir  y las demás pequeñas compañías produjeran sus propias mercancías  y crearan empleos, dijo el empresario.

Siguiendo este propósito, en 1988 trasladó su compañía a Aurora y allí montó una planta en un local de 37,000 pies cuadrados, con una máquina y tres trabajadores. Entretanto, otras poderosas empresas se sumaban a la lista de cliente, como Mars, PepsiCo y General Mills.

“Fue cuando realmente empecé a aprender lo que era un negocio: los costos de la renta, tener empleados, la contabilidad, los gastos generales y muchas cosas de las cuales no tenía noción alguna. Todo un reto. Sabía muy bien cómo hacer cajas, pero no cómo venderlas”, dijo sonriente.

Y Cano, en su afán de “no dejar escapar fácilmente las oportunidades”,   regresó a la escuela para obtener conocimientos básicos de administración de empresa que le dieran la luz que necesitaba para construir un negocio próspero.

“Seré la misma persona humilde de siempre”

El crecimiento demandaba más espacio. En 1993 se mudó para un edificio de 60,000 pies cuadrados y años después, “para ser más competitivo”, compró dos máquinas por dos millones de dólares, “lo mejor que había en el mercado”, dijo.

Siguió creciendo.  En 1999 compró el 51 por ciento de Commander Packaging West,  una planta similar que tenía su ex jefe y socio, a quien también le compró el 49 por ciento de Cano Container Corporation. Hoy es dueño ciento por ciento de las dos empresas con un total de 26 trabajadores y en los últimos dos años su compañía ha registrado ventas por arriba de los $20 millones.

En octubre pasado,  el empresario compró un edificio de 177,000 pies cuadrados en Aurora  colocando a su empresa en  una autopista para la expansión.

“Creo que  en parte el éxito vino porque estaba en el lugar y el momento apropiado cuando esta oportunidad se presentó”, reflexionó.

Pero  dejó claro que hay otra parte en la historia:  “He trabajado bien duro para llegar a donde estoy. No gasto por gastar a menos que tenga un beneficio. Por ejemplo, si gano 5 dólares gasto uno.  No me he dado los lujos  para representar lo que soy ahora  porque nunca olvido de dónde vine.

No obstante ganar renombre y múltiples reconocimientos en todo el país, Cano asegura ser “el mismo hombre sencillo y humilde de siempre”, que ayuda a su comunidad  y cuida de sus trabajadores a quienes ofrece excelentes beneficios, incluido 401K, y les paga  un oneroso seguro de vida.

Porque lo más importante –afirma- es mantener saludable el negocio para que tanto los empleados como mi familia tengan un trabajo donde sostenerse, para seguir viviendo, por si algo me pasa”, dijo el empresario de 55 años y padre de seis hijos que frecuentemente alude a su origen.

“Soy de un rancho bien pobre,  mi padre murió cuando tenía 3 años y medio. Sufrí bastante. Crecí con un tío para ir a la escuela y aprender el español.  No pasé la primaria, no estuve en el colegio.  Aprendí mucho de grande y  eso me ayudó a ser lo que soy.  Nunca me  avergonzaré  de venir de donde vengo. Al contrario, siento orgullo de haber nacido en Estapilla”. Tomado del libro “Así lo hicieron” (2012), de Clemente Nicado.