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Bote creado con una impresora 3D

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La impresora 3D más grande del mundo, perteneciente a la Universidad de Maine, elaboró el primer objeto sólido de grandes proporciones creado con este tipo de tecnología: un bote de 25 pies de largo (7.5 metros) y 5,000 libras de peso (2.2 toneladas).

El bote recibió el nombre de 3Dirigo y se probó exitosamente en el laboratorio universitario de ingeniería oceánica (Alfond W2 Ocean Engineering Lab), un centro que consiste en un amplio cuerpo de agua provisto con sistemas de generación de viento y oleaje, de acuerdo con información de la propia Universidad de Maine.

La enorme impresora 3D tiene capacidad para crear objetos de hasta 100 pies de largo, 22 de ancho y 10 de altura (30, 6.7 y 3 metros) y utiliza materiales derivados del reciclaje de biomasa, como celulosas y maderas, que al combinarse con termoplásticos pueden crear nuevos materiales de considerable resistencia.

El equipo universitario responsable también ha producido un refugio de protección para sistemas de comunicación del ejército de cerca de 12 pies (4 metros) de largo, y continuará con el desarrollo de impresoras 3D de alto poder con materiales provenientes de biomasa, un paso hacia la consolidación y futura difusión a escala industrial de esos sistemas, informó.

Las impresoras 3D son máquinas capaces de modelar objetos tridimensionales al añadir progresivamente capas de diversos materiales a partir de diseños introducidos vía una computadora. Esta tecnología ha comenzado a revolucionar la industria del diseño y la manufactura de objetos.

Existen impresoras 3D de múltiples tamaños y formatos, algunas pequeñas que pueden ser usadas en casa con ciertas capacidades y precios moderados y otras de enorme poder y formato que pueden producir objetos de gran dimensión o complejidad.

Este avance tecnológico también tiene sus riesgos: por ejemplo, con impresoras 3D disponibles en hogares y oficinas se podría  producir y comercializar objetos sin contar con los derechos respectivos, con lo que se violarían derechos de autor y de patente.

Además, está la posibilidad de crear armas de fuego en una impresora 3D, lo que desataría una proliferación aún mayor de armamento que, al no ser metálico (o contener muy pocas piezas de metal), puede ser ocultado fácilmente de los detectores y ser potencialmente letal.

Actualmente, ya se trabaja en la producción de órganos humanos artificiales funcionales con la impresión 3D, lo que podría revolucionar los tratamientos de muchos padecimientos y las opciones de trasplantes, según publicaciones de los Institutos Nacionales de Salud.