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El Poder de Adela Ortega

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No hay nada más parecido a Adela Ortega que las propias locomotoras que reconstruye. Es una mujer decidida a empujar con toda su fuerza el tren de la vida, venciendo uno y otro obstáculo en la vía al éxito.

Cuando en 1996 fundó en Illinois Professional Locomotive Services, Inc. (PLS) como se llama su empresa asentada hace una década en East Chicago, Indiana, su travesía empresarial no fue para ella un lindo paseo por ferrocarril.

Era un mundo rudo, de hombres galvanizados como los carriles del hierro, tenía apenas $20,000 de capital que sacó de su fondo de retiro 401k y un bebé recién nacido.

“Fue difícil. Durante el primer año traía el bebé conmigo para darle de comer, pero también tenía que hacer otras muchas cosas a la vez”, recuerda.

De modo que esta mujer, comenzó a operar su emprendimiento en PLS portando muchos sombreros en su cabeza: era la ingeniera, la vendedora, la encargada de la administración, la mercadóloga, la contadora, la estratega y, luego, una madre soltera.

El desafío de iniciar su propia empresa y la alegría de ser mamá de dos hijos se fundieron para blindar su carácter.

La idea de hacer un negocio de locomotoras no llegó a Adela por simple ocurrencia. A su paso por DePaul University, donde se graduó de Administración de Empresas y Contaduría, Adela tuvo la oportunidad de prepararse en leyes y viajar a Europa para tomar cursos de finanzas, mercadotecnia y administración. Todo esto la prepararía para su futuro.

PRINCIPIOS LOCOMOTORAS

Al comenzar su divorcio matrimonial, dejó un cómodo trabajo en el centro de Chicago y se mudó a Naperville donde fue contratada por una compañía en la industria ferroviaria.

“La compañía arrendaba carros ferroviarios a empresas mexicanas como Cementos Mexicanos (Cemex). Luego empecé a vender baterías de locomotoras y un día mi jefe me ofreció vender locomotoras. Mi corazón sonaba ¡pum, pum! No podía vender algo que no conocía”, confiesa.

Desde aquel momento Adela comenzó a adentrarse en ese mundo. Primero a conocer el mercado, quienes compran o venden locomotoras. Pasó horas y horas aprendiendo el negocio, en una investigación sin pausa y sin los recursos de la Internet de hoy. El día que conoció físicamente ese monstruo de hierro, cayó rendida a sus pies.

“Fue como un amor a primera vista. Recuerdo el instante en que abrieron la puerta de una locomotora y escuché el sonido del motor. En ese momento empecé a ver mi futuro. Me dije: yo tengo que hacer una de estas”, sonríe.

CUANDO UNA PUERTA SE CIERRA OTRA SE ABRE

Tres años después, cuando la pasión de las locomotoras ya corría por sus venas, la empresa de Naperville se deshizo del departamento de ventas de locomotoras y de Adela.

Descubrió muy pronto una oportunidad de hacer su propia empresa, aprovechando su cartera de clientes y los conocimientos de la industria.

Su preparación y sus conexiones, fueron claves para salir adelante. Ella misma aún está sorprendida de los primeros resultados de una compañía que empezó con un mecánico, un electricista y un solo cliente.

“En el primer año hice más de lo que pensé. Los $20,000 se convirtieron al final de año en más de $400,000 -relata-; y tomé ese dinero para reinvertirlo, empleando más gente”.

Hoy PLS emplea a 22 trabajadores (ha llegado a emplear a 30), y genera aproximadamente $5 millones en ventas anuales.

Pero quizás la clave del éxito de esta mujer miembro de una familia de 9 hermanos debe buscarse en su pequeño pueblo de Durango donde desde muy niña, su madre le dio responsabilidades que la hicieron madurar de manera precoz.

“Nací en una casa de adobe, de solo dos habitaciones. Durante los primeros 9 años que viví allá, no recordaba a mi padre. Él vivía en Estados Unidos y mandaba dinero a mi mamá”.

Hay una melancolía dulce de los pequeños detalles de sus recuerdos. “En aquellos años era feliz, disfrutaba la escuela, a naturaleza, la lluvia”.

Luego vino una decisión de reunificación familiar, que ella cuenta con una mezcla de tristeza y humor: “Mi madre tenía 25 años. Éramos entonces 7 hermanos. Pasamos la frontera con regalos en manos y dijimos al oficial de inmigración que íbamos para una fiesta… Cuatro décadas después todavía no se acaba la fiesta”, sonríe.

Llegó a Chicago en un mes de septiembre, y muy pronto el frío cortante, los árboles sin hojas verdes, le golpearon el ánimo.

Echaba de menos el terruño en Durango. De niña le preguntaba a sus padres cuando iban a regresar. “Nunca más regresamos…”

Adela se refugió entonces en los estudios. Su empeño le trajo buenas calificaciones y pudo ingresar en la Universidad de Illinois en Chicago, luego llegó a las aulas en DePaul, hasta poder armar una empresa que puede poner en marcha cualquier maquinaria: reconstruye locomotoras, las repara y les da mantenimiento donde quiera que estén en el país.

Ahora se da el lujo de soñar en grande: “Mi sueño es hacer locomotoras nuevas, diseñarlas y venderlas. He podido unirme a inversionistas, pero me siento preparada, capaz de hacerlo por mí misma”.

Y cuando alguien pregunta a Adela Ortega qué significa para ella la locomotora, no vacila un segundo en responder: “¡Poder!”.Es una palabra que resume cómo siente estar en los zapatos de Adela, una mujer que no es impulsada por el dinero, sino por la oportunidad. Una Latina determinada a cumplir con el destino y más allá. NN